Al comienzo un contratiempo matutino, que el transporte, que el sueño, que el despertador, el que prontamente se trasformo en habito mal visto. A las ocho un minuto se cierra inexorablemente la puerta de entrada, lo que significaba treinta minutos de espera fuera del colegio, tensa en ocasiones, amena y placentera por lo general, tanto así, que puntuales compañeros dejaban pasar el tiempo adrede para tan grata espera.
Para el colegio la idea política de cerrar puertas después de lo que dicta la puntualidad y las buenas costumbres, era escarmentar a tan holgazanes pupilos irresponsables y campeones de la pestaña, sin embargo esta medida represiva, como toda buena medida represiva, nunca cambio la conducta de estos haraganes compañeros, al contrario, uno a uno se les veía llegar con actitud resignada de ser un retrasado, un orgulloso y osado retrasado. Todos muy risueños, todos bien rebeldes.
El saludo de costumbre con toques y señas, la broma siempre presente, al extremo de ataques colectivos de risa, excelente terapia para dolencias del alma de cada uno de estos retrasados compañeros. El cigarrillo, el comentario matutino de las noticias del día anterior o del programa de trasnoche por televisión o la anécdota del trayecto más la planificación de
Todo esto trascurría en la vereda del frente del colegio bajo la mirada vigilante del inspector y la complicidad ingenua del portero, quizás un vaticinio de la vida futura dentro de la sociedad que observa y determina reglas pero que no puede cambiar la esencia de los espíritus libres que no conciben el sometimiento.
Colgado
No hay comentarios:
Publicar un comentario