"RItuaLeS y mItOs dEl LICeO".

Colección de "Mitos" y "Rituales" colegiales recogidos y literalizados por alumnos de primer año de la UAHC en el Taller de Desarrollo Profesional Docente I.

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martes, 15 de abril de 2008

(M) Los retrasados

El horario en el colegio siempre significo un límite, una regla, una norma dominante del tiempo de alegres alumnos siempre tan dispuestos a la hora de derribar barreras.

Al comienzo un contratiempo matutino, que el transporte, que el sueño, que el despertador, el que prontamente se trasformo en habito mal visto. A las ocho un minuto se cierra inexorablemente la puerta de entrada, lo que significaba treinta minutos de espera fuera del colegio, tensa en ocasiones, amena y placentera por lo general, tanto así, que puntuales compañeros dejaban pasar el tiempo adrede para tan grata espera.

Para el colegio la idea política de cerrar puertas después de lo que dicta la puntualidad y las buenas costumbres, era escarmentar a tan holgazanes pupilos irresponsables y campeones de la pestaña, sin embargo esta medida represiva, como toda buena medida represiva, nunca cambio la conducta de estos haraganes compañeros, al contrario, uno a uno se les veía llegar con actitud resignada de ser un retrasado, un orgulloso y osado retrasado. Todos muy risueños, todos bien rebeldes.

El saludo de costumbre con toques y señas, la broma siempre presente, al extremo de ataques colectivos de risa, excelente terapia para dolencias del alma de cada uno de estos retrasados compañeros. El cigarrillo, el comentario matutino de las noticias del día anterior o del programa de trasnoche por televisión o la anécdota del trayecto más la planificación de la jornada. Cuando había prueba se organizaban cuestionarios grupales de última hora o la confección de diminutos torpedos, que nunca sirvieron de mucho pero que a más de alguien salvaban. En algunas ocasiones se urdían planes maestros de bromas pesadas en contra de profesores jodidos o compañeros petulantes, como muchas veces se organizaron paseos por santiago o fiestas en casa de compañeros abandonados por sus padres entre ocho y ocho, inolvidables simarras cuando el día lo ameritaba. De todas formas quien no entraba a las ocho y media ya no tenía opción por lo que para el retrazado extremo ya no había mas remedio.

Todo esto trascurría en la vereda del frente del colegio bajo la mirada vigilante del inspector y la complicidad ingenua del portero, quizás un vaticinio de la vida futura dentro de la sociedad que observa y determina reglas pero que no puede cambiar la esencia de los espíritus libres que no conciben el sometimiento.

Colgado

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