En el liceo, cuando entramos a primero medio, siempre estuvo latente esa duda de qué era el HC; pero siempre los profes trataron de llevarnos por el "buen camino" del técnico profesional. Incluso, cuando uno alzó la voz y dijo que no sólo el técnico era bueno, sino que había también una forma más humana de ver el mundo; se le tomó como la oveja descarriada del grupo. En ese momento, aparecían los comentarios y los cahuines del porqué el alumno quería hacer algo tan profano como estudiar para lograr cambiar el mundo…
Allí, partía la tortura y, nos catalogaban como hippies tratando de ir contra la corriente, siempre.
Es aquí donde estaba la orientadora del colegio que, tan amablemente, entraba a la sala con todo lo que traía eso; como nunca nadie la vio antes, todos con cara de asombro ¿y ésta quién es?; y ella, amablemente como lo hizo durante 4 años, se presentó después de la misma pregunta. Tras esto, partía con una suave conversación, en la cual participábamos todos, menos los alumnos; donde exponía el porqué teníamos que ser técnico-profesional y no del tan mal mirado HC, que ya a esas alturas, tenía el catálogo de vetado y se rumoreaba que lo sacarían, para que no se revolucionaran con estos hipientos de pelo largo que querían leer y estudiar, desde la perspectiva humana.
Después de esto, llegó aquel decisivo momento de nuestras vidas: tercero medio. Momento en que debíamos elegir aquella especialidad tan “recomendada”; en el que no podíamos ni pensar en el científico-humanista porque seríamos unos vagos que después que saliéramos del colegio, no tendríamos un título, ni una profesión y menos, pensar en surgir en la vida.
Faltando un par de días para la difícil y decisiva elección, sentíamos las miradas de todos para quienes éramos los bichos raros, porque nos gustaba algo que no tenía que ver con electrónica ni mecánica, menos contabilidad, sino teníamos ese sueño para el momento más difícil: el de ir a la universidad y ser algo más que un técnico. Nunca pensamos que nuestros compañeros no tenían capacidad, de las que sí lo hicimos fue de las niñas de párvulo, que eran todas huequitas como decía un amigo. Ellas estaban el día completo con sus muñecas en las manos, tan libremente, por lo cual nunca supimos cómo las evaluaban, de lo que sí nos enteramos era cómo nuestros compañeros terminaron en lugares de poca monta, en su practica profesional; echando abajo una gran mentira del colegio: “PRACTICA ASEGURADA EN UNA EMPRESA DE RENOMBRE”, en la cual sólo los privilegiados eran favorecidos.
MIlo
No hay comentarios:
Publicar un comentario