- Las Ocho Treinta
A las 8:30 de la mañana, cada día los estudiantes de 4to año medio, empezaban su jornada escolar. La entrada era a las 8 pero era costumbre o rito llegar al kiosco de la esquina a fumarse un cigarro, conversar, organizar carrete o bien para hacer la cimarra.
Al recreo el curso 4b se “colaban” en la fila del desayuno, aprovechando su condición de más grandes y de experiencia en el liceo. Cuando se entraba al comedor, era la lucha por sacar 2 panes del tiesto, sin que se diera cuenta la inspectora. Esto nunca pasaba pues siempre estaban los más “cancheros” que la invitaban a salir y le hablaban de mil cosas, despistándola para así aprovechar de repetirse con los panes.
Al tocar el timbre, no se ingresaba a las salas, primero se daban una vuelta por el baño, y después por la sala de computación a ver la posibilidad de capear clases con el pretexto de hacer una tarea, cosa que era rechazada netamente por el encargado de dicha sala.
Al entrar a clases, se aprovechaban de algún descuido del profesor para hurtar cuadernos de los compañeros para sacarle las hojas y así tirar papeles. Todo pasaba desapercibido, pues se hacia justo cuando el profesor se entusiasmaba revisando trabajos o pruebas.
Al tocar la campana del segundo recreo, era para fumarse un cigarro en el mítico “patio de fumadores”, que no era más que un patio que estaba detrás de las salas y que nadie pasaba por allí.
Al entrar nuevamente a clases, el ambiente se tornaba de acuerdo con el profesor que llegara, si era el de matemáticas, el ambiente era de ejemplar conducta, pero si llegaba el de filosofía, era un descaro total como se copiaban en las pruebas o se dormía mientras el profesor explicaba algo.
Cuando era ya hora de almuerzo, un grupo no mayor se disponía, como todos los días, a colarse en los primeros puestos de la fila del almuerzo.
Ya saliendo del casino, se procedía a ir al baño y después al patio de fumadores a conversar de la vida, o de alguna maldad que podrían hacer.
Una de las más usadas era la de cosechar “peos alemanes” del árbol que esta llegando a la biblioteca, y aplastarlos en la sala antes que lleguen los compañeros y el mismo profesor. Al entrar el olor era asqueroso, pero con esto se lograba interferir las clases para cambiarnos a otra sala.
Por la mañana comenzaría otro día llegar atrasado, colarse, hacer desorden, y capear clases, como buen estudiante.
Oxímoro
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