Mi colegio, el Instituto San Valentín Misionero de San Juan, es conocido por admitir en primer año medio a jóvenes con buenas calificaciones (de un 6.0 hacia arriba) por lo que se caracteriza por ser bastante exigente.
Sin embargo, había una profesora que excedía los límites de la exigencia: Moria Grajales. Era profesora de castellano, y le hacía clases a los terceros y cuartos medios, pero no a todos…Sólo a los “A” y “B”, es decir, quienes tenían mejores calificaciones.
Ella no sólo nos hacía leer libros todas las semanas (con su correspondiente prueba), también nos pedía fichas de vocabulario de cincuenta palabras mensuales, ensayos de P.S.U, pruebas de la materia y tareas para la casa. Todos estábamos estresados, pero no por los demás ramos: ¡Sólo con ella!
Todos le teníamos miedo. Su carácter era de los mil demonios, con una presencia parca, una mirada penetrante y una voz ronca. No le gustaban los sobrenombres como “Manu”, “Nico”, “Ale”, etc; porque para eso teníamos un nombre y apellido. Tampoco los típicos polerones que se usan cuando sales de cuarto medio, porque no dejaba ver el uniforme del colegio. Menos aún las “alianzas”, que para ella eran un desorden, e identificaba a todos aquellos que saltaban de alegría o se reían a carcajadas y los miraba con cara de odio, como diciendo: ¡Actúan como limítrofes!, ¡ya los voy a retar en la clase!
Siempre se comentaba que era así porque no tenía marido (y tenía cerca de cincuenta años), ella vivía sola y tampoco tenía hijos. Otros decían que por su carácter ningún hombre la aguantaba o que consideraba que ningún hombre tenía su nivel intelectual.
Esa era nuestra querida profesora Lydia. Esto es solo una pequeña parte de cómo actuaba y los mitos que se generaban alrededor de su persona. Ahora juzguen ustedes: ¿Exigente o amargada?
1 comentario:
Hay un interés especial en el relato y es dejar de manifiesto el comportamiento y actitud de una profesora en y fuera del aula...
La verdad, noté preocupación en el relato, en el sentido de que el autor me transmite seguridad en lo que cuenta, hasta un grado de credulidad sobre lo que cuenta y tiene facilidad de léxico, por lo cual me resulta entretenida y veloz la lectura del mismo...
El autor pareció disfrutar o imagino que sonreir al contar la historia...
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